Nelson
Huerta Leidenz y Argenis Rodas.
X
Congreso Venezolano de Zootecnia. UNELLEZ – Guanare, 2000. pp. 213-219.
Introducción
Resulta engorroso definir exactamente lo que
los consumidores conciben por calidad de la carne, muy especialmente en países
de América del Sur, donde se ha actuado a ciegas, sin reconocer los deseos del
cliente final (Huerta-Leidenz y Jerez-Timaure, 1996). Sin embargo, las
tendencias actuales obligan a admitir tres tipos o conceptos de calidad: a) La
calidad organoléptica o sensorial, b) La calidad nutricional, dictada
mayormente por el valor nutritivo y c) La calidad higiénico-sanitaria o
seguridad del alimento. Ante las posibilidades de fortalecer el mercado
domestico o la exportación de carne, producida a pastoreo con ganado de
influencia cebuína, lo cual la hace similar a la de otros países del trópico
latinoamericano.
Figura 1. Apariencia de la calidad de un trozo de
carne de res.
Calidad
Higiénico-Sanitaria.
La salubridad, inocuidad o todo lo que
encierra este tipo de seguridad para el consumidor es el aspecto más importante
para el comercio internacional de la carne. Actualmente la garantía de esta
calidad es responsabilidad exclusiva del gobierno, pero la tendencia es que no
solo la industria y los entes gubernamentales compartan esta responsabilidad,
sino que se comprometa también al gremio de productores, en el nuevo enfoque de
control a lo largo de la cadena agroalimentaria, desde la finca hasta el plato
del consumidor. Como principal barrera para la exportación nos preocupamos por
erradicar a la fiebre aftosa, pero olvidamos que aún superando tal barrera, nos
queda una tarea más difícil, a mi modo de ver: garantizar la
salubridad/seguridad/inocuidad del producto al salir de la finca y del
matadero.
En tiempos atrás la industria y hasta los
organismos regulares, a nivel mundial, tenían una actitud permisiva, que las
bacterias, incluyendo los patógenos, eran una parte natural del ambiente y que
no podían ser controlados. Esta actitud ha cambiado radicalmente y en los
países industrializados se han comenzado a establecer estándares para la
reducción de patógenos y sistemas de monitoreo como los planes HACCP (Análisis
de Peligros y Puntos Críticos de Control) para evitar la contaminación por
bacteria peligrosas. Particularmente, en productos crudos esto abarca
escenarios desde la propia finca hasta los hogares de los consumidores (AMS,
1997).
A pesar que la inspección antemortem y
postmortem, como el método clásico visual, olfativo o táctil, de determinar si
una carne es apta para el consumo, ha cumplido una función útil, hoy día
sabemos que si los peligros son microscópicos, los órganos de los sentidos son
insuficiente para dar como un hecho la salubridad o seguridad del producto
fresco o procesado. Un variado número de patógenos ha emergido para complicar
el panorama para la industria y los organismos de salud pública. Para mencionar
algunos tenemos: Salmonella typhymurium
DT104, Mycobacterium paratuberculosis
y enfermedad de Johne, Campylobacter,
Lysteria monocytogenes, E. coli O157:H7,
virus, Cyclospora y Cryptosporidio (AMS, 1997). Debemos estar atentos ante la
emergencia de nuevos patógenos y el desarrollo de resistencia a los
antimicrobianos. Asimismo, estar vigilante a nuevas tendencias patogénicas en
otros países, como la BSE. Las intervenciones microbiológicas antemortem y postmortem,
a partir de prácticas de manejo del animal en finca o tecnologías de descontaminación
de patógenos, químicas (ácidos orgánicos débiles), físicas (depilación,
pasteurización, irradiación electrónica) o biológicas (la exclusión
competitivas de microorganismos), a nivel de mataderos, están siendo
implantadas de manera rutinaria en los países industrializados. Los programas
de trazabilidad (o rastreabilidad) para conocer el origen de focos de
intoxicación alimentaria hasta identificar el propietario de una res cuya carne
fue involucrada en algún brote, es una realidad hoy día, principalmente en
Europa.
Calidad
organoléptica.
La calidad organoléptica o sensorial sigue
siendo otro aspecto importante para definir la preferencia de la carne. La
experiencia del mercado en otros países (Judge et al., 1989), demuestra que la calidad percibida por la mayoría de
los clientes finales, se refiere en mucho, al carácter sensorial de la carne
bovina; es decir, los atributos que captamos del producto con los órganos de
nuestros sentidos.
Siendo así, diferentes atributos
organolépticos, percibidos como un todo, gobiernan la aceptabilidad del
producto por parte del consumidor y su disposición a pagar un buen precio para
repetir la experiencia.
Entre los atributos que más influyen en la
satisfacción, destacan el carácter tierno (terneza), la jugosidad y el sabor de
la carne cocida (Judge et al., 1989).
De estos tres factores, la terneza juega el papel más decisivo (Shackelford et al., 1995ab, 1997ab). Las otras
sensaciones, especialmente la jugosidad y la cantidad de tejido conjuntivo
(residuo al masticar) están estrechamente vinculadas a la terneza evaluada por
catadores (Jerez et al., 1994,
Huerta-Leidenz et al., 1997).
Jugosidad
Los jugos de la carne juegan un importante
papel en la impresión general de la palatabilidad que adquieren los
consumidores (Judge et al., 1989).
Estos contienen muchos de los componentes del sabor y ayudan al ablandamiento y
a la fragmentación de la carne durante la masticación. Independientemente de
otros atributos de la carne, la falta de jugosidad limita su aceptabilidad y
destruye sus virtudes sensoriales únicas. Al combinarse los lípidos derretidos
con el agua se constituye un caldo que es retenido en la carne, y que luego se
exprime durante la masticación. Este caldo estimula, además la producción de
saliva lo cual da una impresión sostenida de jugosidad.
Sabor
y Aroma.
Muchas de las reacciones sicológicas y
fisiológicas que despierta la carne derivan de su sabor y aroma. Las
sensaciones ligadas al sabor y aroma resultan de una combinación de factores y
son descritos por Judge et al.
(1989). El sabor involucra la percepción de cuatro sensaciones básicas (salado,
dulce, ácido y amargo) por las papilas gustativas de la lengua. El aroma se
detecta por numerosos materiales que estimulan los terminales nerviosos en los
pasajes nasales. La sensación total es la combinación de los estímulos
gustativos y olfatorios. Los componentes de la carne responsables por el sabor
y el aroma no han sido totalmente identificados. Muchos constituyentes de los
tejidos musculares, conectivos y adiposos (grasas) se tornan componentes
volátiles durante la cocción. Los músculos que se utilizan más en la vida del
animal tienen un sabor más pronunciado porque tienen más derivados de
compuestos fosfóricos que almacenan energía. El sabor y aroma que hace
diferenciar una especie de otra, procede de materiales que se desprenden de la
grasa al cocinar la carne (Judge et al.,
1989).
Terneza
La terneza de la carne se relaciona
directamente a cuatro principales factores: a) La degradación de la fibra
muscular; b) El estado contráctil de musculo; c) La cantidad de tejido
conectivo y d) La cantidad de grasa intramuscular o marmoleo (Barton-Gade et al., 1988). Estos factores son susceptibles
a la variación genética o ambiental. Algunas estimaciones (Cundiff, 1992)
indican que el efecto aditivo o genético controla el 30% de la variación de la
terneza y el 70% restante puede verse afectado por factores ambientales o no
aditivos. La terneza es inversamente proporcional a la fuerza de corte medida
normalmente con la cuchilla de Warner Bratzler (FCWB). La otra forma de calificar
la terneza es con la opinión (calificaciones) de personas entrenadas
(catadores) o no entrenadas.
Entre los factores enumerados, el marmoleo o
grasa intramuscular es considerado un atributo determinado de la jugosidad de
la carne y por tanto, también se relaciona con la terneza, razón por lo cual la
industria norteamericana le da mucho peso en la clasificación de canales. Otros
cuestionan la importancia del marmoleo pues las revisiones clásicas de
literatura (Preston y Willis, 1975; Dikeman, 1987) indican que sólo 5 a 10% de
la variabilidad en palatabilidad se puede atribuir al marmoleo. Un estudio de
Wheeler et al. (1994), encontró que
la FCWB disminuía a medida que la infiltración de grasa intramuscular aumentaba
de “trazas” a “pequeñas” cantidades. Estos autores como otros, también afirman
que los animales Bos indicus
presentan niveles inferíos de marmoleo que los animales Bos taurus y que esa es una de las razones de la dureza de la carne
de ganado cebú.
Otro factor importante que afecta la terneza
es la madurez. Se evalúa por la anatomía de la canal observando los tejidos óseos,
musculares y adiposos.
La inmadurez al sacrificio generalmente se
relaciona con carnes blandas (Cross et
al., 1984). A medida que los animales avanzan en madurez, la organización
de las fibras de colágeno se hace más compleja y por ende, menos soluble al
calor de cocción, haciendo que las carnes cocidas sean más duras al corte
(Cross et al., 1973, 1984).
Control
genético de la terneza.
Diversos autores (Crouse et al., 1989, Riley et al.,
1986, entre otros) coinciden al definir la carne proveniente del ganado Bos indicus como menos tierna que la
carne proveniente del ganado Bos taurus
y esto tiene que ver con el proceso de proteólisis del musculo. En este proceso
enzimático se ha atribuido a las calpaínas, unas proteasas dependientes del
calcio, la mayor responsabilidad por el ablandamiento de la carne postmortem
(Koohmaraie et al., 1991; Koohmaraie,
1992). Un inhibidor enzimático de las calpaínas denominado calpastatina,
también juega un papel fundamental en este proceso (Koohmaraie, 1992). Ciertos
estudios sugieren que las diferencias en terneza manifiesta entre distintos
tipos raciales se relacionan con la variación en la actividad de la
calpastatina (Shackelford et al.,
1995b; Wulf et al., 1996). Terneza y
actividad de la calpastatina son características de heredabilidad moderada a
alta (Koch et al., 1982).
Se ha demostrado que la variabilidad de la
terneza dentro de razas es importante y que ciertas líneas de ganado Bos indicus muestran carnes
satisfactoriamente blandas (Smith, G.C., comunicación personal). Cundiff (1992)
opina que la selección de animales por baja actividad de calpastatina podría
ser útil para definir cruzamientos con Bos
indicus. El control de la terneza en cebuinos y acebuados puede efectuarse
además seleccionando por temperamento. Se está demostrando que los animales
acebuados nerviosos no solo tienen un ritmo de crecimiento menor (Voisinet et al., 1997a) sino que son proclives a
producir carnes más duras y oscuras (Voisinet et al., 1997b).
Control
de la terneza por la condición sexual.
Las carnes provenientes de toros (no
castrados) adultos es calificada por los catadores como menos tierna al compararla
con la proveniente de novillos (castrados) o novillas de la misma edad
(Huerta-Leidenz y Rios, 1993), aun comparando novillos Brahman -que se suponen
de carnes más duras- con los toros Charolais (Stiffler et el., 1985). En nuestras experiencias (Jerez et al., 1994) los toros, independientemente del tipo racial
(mestizos doble propósito vs. Mestizos Cebú), resultan con carnes más duras y
con mayor residuo al masticar que los novillos y novillas.
La razón del carácter relativamente duro de
las carnes del toro no está bien clara. Cross et al. (1984) lo atribuyen a la mayor complejidad del tejido conectivo
y a la mayor concentración de testosterona en el animal entero. Morgan et al. (1993) difieren de este postulado
y lo explican la actividad más pronunciada de la calpastatina en musculo de
toros.
Control
alimentario de la terneza.
Las características favorables de la
alimentación en base a granos de alto contenido energético, obedecen en parte,
a un mayor engrasamiento de la canal y de la carne. Por eso, los animales
producidos a base de forrajes presentan canales con menos marmoleo, de color
muscular más oscuro y rinden carnes menos firmes, de textura más áspera y menos
tierna que los animales producidos a base de granos (Huerta-Leidenz et al., 1997).
Miller et
al. (1983) sostienen que alimentar novillos intensivamente antes del sacrificio
produce una mejora en la palatabilidad de la carne, no solo porque se
incrementa la acumulación de grasa subcutánea e intramuscular, sino porque
ocurre una mayor síntesis de proteína y que con la nueva proteína colágeno
sintetizada, fácilmente convertible a gelatina con la cocción, se producen
carnes más blandas.
Como
predecir objetivamente la terneza y clasificar la carne de diversos animales
por este atributo.
Los científicos de carne hemos venido
utilizando convencionalmente bistés del musculo longissimus (largo dorsal) para
medir la terneza por instrumentos reológicos (i.e., el aparato de Warner
Bratzler ya mencionado, o la Maquina Instron) o por catadores, creyendo que
este musculo de los lomos es representativo de la calidad y composición de toda
masa cárnica derivada del animal (Shackelford et al., 1997a, Huerta-Leidenz et
al., 1996, entre muchos otros). Aun siendo esto cierto, instrumentar un
monitoreo rutinario de la calidad de la canal con fines comerciales, utilizando
el longissimus, es prohibitivo por lo costoso del corte.
Cuando en los medios científicos se comenzó a
cuestionar la utilidad del musculo longissimus, como indicador de la terneza
promedio de los diferentes músculos que componen la canal (Shackelford et al., 1995b) se procedió a investigar
otros músculos menos costosos. La poca variabilidad de terneza hallada en los
cortes del bíceps femoral, semitendinosus y psoas major (Shackelford et al., 1997b), han puesto también en
duda que exista un musculo que singularmente permita establecer un control de
la calidad de la carne en canal como un todo. Esto nos dice de las dificultades
que la industria enfrenta para predecir terneza por esta vía.
Lo que sí se puede es predecir, con un alto
grado de certeza, a las 24-48 horas postmortem, el carácter tierno que los
mismos lomos tendrán, después de su maduración por 14 días (plazo promedio de
maduración en el cual el consumidor norteamericano consume la carne). Para
ello, los mismos investigadores del Departamento de Agricultura de los EE.UU.
(USDA) calcularon, por técnicas de regresión lineal aplicadas a su base de
datos, que una carne podía ser declarada “ligeramente tierna” según los
catadores si su FCWB era menos a los 6 kg. Según estos autores, la “terneza
intermedia” estaría alrededor del rango 6 a 9 kg y a partir de los 9 kg la
carne debería ser declarada “dura” al paladar (Shackelford et al., 1997a).
El umbral Warner-Bratzler (WB) de terneza (6
kg) propuesto por el USDA (Shackelford et
al., 1997a) no coincidió con valores más exigentes (4.6 o 3.8,
respectivamente) reportados por otras instituciones (Shackelford et al., 1994, Tatum et al., 1996, Huerta-Leidenz y Rodas González, 1998). La
variabilidad de resultados entre laboratorios de carne indica que los umbrales
no son extrapolables y, siguiendo el consejo de los autores citados, hay que
determinar los propios umbrales de terneza con datos levantados en el mismo
laboratorio.
Control
postmortem de la terneza.
El efecto de electro estimulación de canales
y ablandamiento mecánico de carnes también ha sido probado para mejorar la
terneza de bovinos con alto predominio cebú (Huerta-Leidenz et al., 1997). Lo mismo puede decirse de
la maduración de carnes y el colgado de la canal por la pelvis (tenderstretch).
Los estudios australianos (Hearnshaw, 1998) demuestran que es posible combinar
varios de estos métodos para disminuir los efectos de la raza sobre la
variabilidad en terneza.
Calidad
nutritiva.
Para la mayoría de esta audiencia es abundante
conocimiento que la carne es una fuente de proteína de alta calidad, vitamina
B-12, niacina, potasio, fósforo, hierro de alta absorción, zinc y otros
minerales. Lo malo es que a las carnes rojas, especialmente del bovino, se les
atribuye un contenido importante de grasas, en especial grasa saturadas y
colesterol, cuya ingestión se vincula a los niveles elevados de colesterol
sérico y por ende, con las enfermedades cardiovasculares; cuestión de mucha
controversia.
Sin embargo, mucho de lo que se sabe -o se cree
saber- acerca de la composición nutritiva de las carnes de bovinos, se basa
principalmente, en datos obtenidos con ganado gordo de países no tropicales.
Se sabe de la influencia de la edad o el sexo
o de su efecto indirecto a través del grado de gordura. La literatura
latinoamericana, es deficiente al respecto. En Norteamérica se ha comprobado
también algo de influencia del tipo racial (Huerta-Leidenz at al., 1993, Huerta Leidenz et
al., 1996). En estos estudios la raza Brahman, resulta ligeramente favorecida
en el perfil de ciertos ácidos grasos insaturados.
Se ha demostrado que el tipo de grasa de la
dieta influye poco sobre el perfil de ácidos grasos de los tejidos del rumiante
ya que una vez que el alimento (sean pastos, cereales o semillas de
oleaginosas) pasa al rumen del bovino, la actividad fermentativa de la microflora
se encarga de biohidrogenar extensamente los ácidos grasos insaturados
(Huerta-Leidenz et al., 1991). Sin
embargo, se ha demostrado que el acido linoleico conjugado (CLA), un ácido
graso con propiedades anticancerígenas, se concentra más en la carne de
animales sometidos a dietas ricas en forrajes.
El valor nutritivo en lomos de ganado
(Huerta-Leidenz, 1993; Huerta-Leidenz et
al., 1996b), la grasa de cobertura o la intramuscular envolvente se
eliminan para los análisis químicos, tal como lo hacen muchos de los
consumidores y como lo recomienda los profesionales de la salud hoy día.
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